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¿Cómo enfrentar a un jefe manipulador?
Tolerar no es opción.

TERCERA DE TRES.

Si usted, amable lector no tuvo la oportunidad de leer las dos entregas previas, me gustaría explicarle que esta es la tercera y última parte de una serie de artículos en los que escribí acerca del perfil de un jefe manipulador (primera entrega), cómo éste utiliza la agresión como su arma preferida para manipular (segunda entrega), para, finalmente, el día de hoy presentarles algunas ideas de qué hacer en caso de encontrarse bajo el asedio de un jefe manipulador. Antes de entrar de lleno a nuestro tercer tema, apunto un breve corolario de los temas anteriores.

Escribí estos artículos con base en mi experiencia personal (según me ha ido en la feria) pero también utilizo algunas notas basadas en el libro del Dr. Walter Dresel, “Yo manipulo…¿y tú qué haces?” (Editorial Debolsillo, ed. 2013). Dijimos en las entregas previas que una persona manipuladora busca materializar sus objetivos (o caprichos) agrediendo sistemáticamente a otra persona, cuyo carácter es débil o tiene baja autoestima; lo hace sin dar nada a cambio, hiriendo su susceptibilidad, provocando angustia, tristeza, sensación de impotencia, etc. El manipulador es una persona intolerante, egoísta, motivada por los resentimientos, traumas y frustraciones que ha sufrido, tal vez, desde su niñez.

La gente manipuladora y abusiva (ventajosa diría mi suegra) no necesariamente está en el ambiente laboral encarnada por un jefe maligno, sino que puede estar en nuestra propia familia, en la comunidad, puede ser un colega, un subalterno, etc. Sin embargo, dado el hecho de que estos artículos son acerca del ambiente laboral y en concreto acerca de los jefes manipuladores, enfoco mis reflexiones de cómo enfrentarlos en dicho entorno.

Ante el sentimiento de que nuestro jefe nos está manipulando, lo primero que debemos hacer es identificar qué está ocasionando su actitud negativa. En este punto podemos imaginar dos escenarios.

El primer escenario es que nuestro jefe sea un supervisor sin la habilidad de comunicarse adecuadamente y realmente seamos nosotros quienes no nos estamos desempeñando correctamente, o de acuerdo con las circunstancias o requisitos del puesto. Tal vez nos falta entrenamiento, herramientas, conocimiento, etc.; si así fuera, y quizá pueda resolver la situación solicitando al jefe unos minutos de plática, pedirle una evaluación sincera, determinar objetivos clave de desempeño y esmerase por cumplirlos, detectando qué es lo que falla, y pidiendo recursos para corregir la ruta. Si su jefe se niega a tener esta comunicación, piense mal (y acertará); pero si su jefe le da el apoyo necesario y las cosas siguen mal, lo honesto será buscar un trabajo o posición (tal vez dentro de la misma empresa) en la que se pueda desempeñarse con eficacia.

El otro escenario es que las actitudes de su jefe que tanto nos incomodan sean actos de manipulación.

Tolerar no es opción, las opciones son: renunciar, o luchar.

Pero antes de tomar cualquiera de las dos alternativas sugeridas pregúntese ¿Cuál es realmente mi problema? ¿Por qué el agresor fue capaz de ponerme contra la pared? ¿Cuáles fueron los errores en mi modo de actuar? ¿No tuve una autoestima suficientemente fuerte para oponer resistencia al verdugo?

Si su decisión es salir corriendo de esa empresa, vale la pena aprovechar el aprendizaje para alimentar su autoestima, estoy seguro de que no quiere que le vuelva a suceder algo similar en el futuro.

Su salida debe ser amigable, sin reflejar encono a su jefe o a su empresa. No le diga a su jefe que es un patán, él ya lo sabe (lo presiente o ya se lo han dicho otros), y exprésele su sincero agradecimiento, usted debe estar agradecido de lo que ha aprendido gracias a esa funesta experiencia; entienda por favor que no le estoy sugiriendo que sea hipócrita, ni mentiroso, sino que se fije el objetivo de reducir el riesgo de que el jefe manipulador de quien usted huye, dé malas referencias en su posible próximo trabajo.

Váyase antes de que traten de socavar su autoestima, mejor irse sin desgastarse peleando con un infeliz en una empresa que lo soporta. Una graciosa huida antes que una apasionante entrega (¿Olé?).

¿Y si decide luchar?

¿Por qué? ¿Hay lazos que no puede romper? ¿Familia? ¿Miedo?, ¿Dependencia psicológica? ¿Cree que no podrá encontrar otro modo de sustento? ¿Realmente necesita ese trabajo? ¿Sufre algún tipo de chantaje? Tendría que valer muchísimo la pena iniciar la batalla y valorar lo que ya perdió y lo que perderá si fracasa en el intento.

Tenga en cuenta que va a “cotejar fuerzas con una persona que está en situación placentera, disfrutando de que hasta el presente nadie ha puesto en tela de juicio su poder y que además siempre ha conseguido que los demás hagan lo que él ordena, concediéndose el derecho de cercenar todo intento de autonomía o independencia de la víctima” (Opus cit. p.77). Por lo tanto, antes de enfrentarlo debe prepararse.

Dos son las armas a las que debe asirse quien pretenda resistir y tal vez vencer el asedio del jefe manipulador: la autoestima y la capacidad de negociar.

La autoestima.

¿Qué tanto nos amamos a nosotros mismos? No cabe duda de que todos tenemos errores y debilidades. Sí, pero antes de pensar en que somos sujetos malos y defectuosos, debemos convencernos de que somos individuos que valemos por el simple hecho de ser humanos, con derechos ganados independientes del aprecio, reconocimiento o valoración social y que, con ello, lo más importante que poseemos, desde que fuimos concebidos, es la dignidad, y que no debemos permitir que nadie nos la pisotee. Hay que recordar que el manipulador tiene como principal objetivo aniquilar la autoestima. Trabajar en alimentar y fortalecer nuestra autoestima “es personal, es intransferible. La autoestima no se mejora con el reconocimiento de los demás, ni con la fama, ni con el dinero, ni con las posesiones materiales. Es un ciclo de reconstrucción de nuestra persona, que va desde adentro hacia fuera, y que culmina en un proceso de reingeniería personal, con el objetivo de generar una nueva identidad, mucho más fuerte que la que teníamos, basada en la confianza y en el respeto por nuestros pensamientos y sentimientos” (Opus cit. p. 75).

Visualice la vida que desea, para cumplir sus metas y sueños a través de un proyecto personal, luchando por vivir según el verdadero sentido de su existencia.

Capacidad de negociar.

El objetivo de negociar es lograr condiciones distintas a las que lo llevaron a donde está.

Negociar con un manipulador es muy difícil, y puede hundirnos aún más si no nos hemos fortalecido, o no estamos convencidos de lo que estamos haciendo.

En principio, lo más probable es que el jefe manipulador se niegue al diálogo, se niegue a escuchar y se irrite. “No tiene autocrítica, por lo tanto, todo lo que hace o dice es lo correcto y no admite la menor objeción a su conducta. En la medida en que siente cuestionado su poder es posible que apele a los mecanismos violentos de su comunicación, como la agresión verbal, la física, o la violencia psicológica” (Opus cit. p. 78). Y usted estará allí, enfrentándolo, sin más escudo que estar convencido de que está defendiendo sus derechos y sin más arma que su autoestima.

Durante la negociación usted debe mantener una postura sólida y determinante. El manipulador lo conoce bien y sabe muy bien de qué pie cojea, para contrarrestar esta desventaja usted debe encontrar, entender y explotar las debilidades de su agresor. Debe negociar con pericia, sin mostrar debilidad, ni urgencia de llegar al desenlace. Será muy importante tener un plan y apegarse a él. ¿Qué quiere lograr en el corto, mediano y largo plazo? ¿Respeto? ¿Ser escuchados? ¿Agradecimiento? ¿Reconocimiento? ¿Aprecio por el trabajo bien hecho?, ¿Ser considerado para una promoción o un aumento de sueldo? ¿Que el jefe de su jefe se de cuenta de la situación y salga al rescate de usted?, etc. ¡Cuidado! No debemos mostrarle al jefe manipulador todo lo que pretendemos, y sea lo que sea que quiera lograr lo tiene que ir ganando paso a paso. Sepa usted cuando retirarse y asuma las consecuencias.

Sugiero retirarse o pelear, aunque tal vez usted tenga otras alternativas u otra opinión, sin embargo, tolerar no es opción.

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